Bernoie
Bernoi, Bernoie, Bernoile, Bernui o Bernuy fue una población medieval que desapareció durante el siglo XIII. Con el final de la Reconquista, Bernoi abandonó su peculiar e inexpugnable enclave y se trasladó a la llanura con el nombre de San Miguel de Bernuy.
Lo que fue Bernoie, en una de las penínsulas
que forma un abrupto meandro del río Duratón, es ahora una extensión casi vacía, de
invernizos tonos pastel; tan sólo el verde oscuro del río y el verde claro de
su cereal en los albores de la primavera parecen hacerlo despertar, pero sigue
y seguirá ya por siempre dormido en la memoria del tiempo.
Si algo impresiona de la antigua aldea, que todos conocen por los Sampedros, es su emplazamiento: Una verdadera plaza fuerte, claramente defensiva, con un control casi total del territorio aledaño y una vista excepcional sobre la otra orilla del río. Protegido en altura por el cauce del Duratón, en un amplísimo meandro, se aislaba de las tierras aledañas gracias a su tributario, el arroyo del Hocino, que socava un pequeño cañón que puede observarse en su desembocadura, detrás de las ruinas de San Pedro (al fondo). Bernuy quedaba así totalmente aislado del exterior, con una única zona de acceso, la única por la que puede accederse a la planicie, y de cuya seguridad también cuidaron sus habitantes, pues restos de un grueso muro o muralla son aún visibles. Sólo nos falta, con un poco de imaginación, un foso y un portón de entrada.
UN POCO DE HISTORIA...
La profusión de restos de distintas épocas coincidentes en la misma zona geográfica es lo que permitió a los arqueólogos trazar su recorrido en el tiempo, pero incluso para ellos se hace difícil certificar una primera datación.
Los primeros restos reseñables encontrados en la zona, permitieron establecer la ocupación humana de Los Sampedros en tiempos de nuestros antepasados arévacos, que ocupaban las zonas aledañas al cauce del Duratón, y de los vacceos, que dominaban las actuales tierras de Cuéllar.
Poco se sabe del periodo siguiente al ocaso del Imperio. Bernuy pudo, o no, continuar en su hoz de forma residual y los únicos restos arqueológicos encontrados y estudiados de los siglos IV y V parecen haber sido interpretados como muestras de la presencia de eremitas, algo no ajeno a la cuenca del Duratón, donde el priorato de San Frutos brilla con luz propia. Nuestro castro-ciudad entró así en un periodo de latencia del que solo despertó cuando llegaron los árabes.
Por su posición geográfica al sur del Duero y por su posición estratégica, se presume que, desde el siglo VIII y hasta su ocaso, Bernuy brilló con luz propia.
No nos cuesta entender que las escaramuzas fronterizas serían usuales en este periodo, tanto entre los propios arévacos, como entre ambos pueblos celtíberos, pero se presume que la importancia de Los Sampedros pudo haber sido notoria en la zona del Duratón; en lenguaje llano, lo que fue luego Bernuy podría haber sido considerado como una pequeña ciudad en términos actuales en la época prerromana.
La cercanía del río y la necesidad permanente de defensa hizo que, en la Edad del Hierro, éste y tantos y tantos poblados celtibéricos eligieran enclaves en altura, muchos de los cuales fueron escogidos también en la época de la repoblación por similares razones. En gran medida, muchos de estos asentamientos, como Segovia, Sepúlveda o Fuentidueña, han llegado hasta nuestros días; en otros casos, completaron su ciclo en la Edad Media, como Bernuy y nunca llegaron a ver lo que llamamos Edad Moderna.
Parecen coincidir los historiadores en que las tierras de Fuentidueña fueron repobladas fundamentalmente en dos ocasiones, una primera vez a finales del siglo X, abortada por Almanzor al atacar centros neurálgicos, como Sacramenia, y otra a comienzos del siglo XI; esto sí supuso el comienzo del fin para nuestra población, ya que la reconquista castellana hizo cambiar una vez más los núcleos dominantes en la zona y fue en este momento cuando Fuentidueña comenzó a centralizar poder, en perjuicio de poblaciones aledañas, como Sacramenia o Bernuy, que imaginamos tuvieron que aceptar, aunque reticentemente, la nueva organización territorial.
Todos conservamos memoria de la cronología histórica, que dominábamos a la perfección en el colegio, y no nos cuesta recordar que, después de los celtíberos, llegaron los romanos. Siempre lo hemos dado por bueno, y así fue. El historiador Apiano relató cómo entonces miles y miles de arévacos fueron masacrados o vendidos como esclavos por las tropas romanas, desde el siglo II AC en adelante, y este hecho, que marca una nueva etapa en las poblaciones del Duratón, pudo provocar sin duda una pérdida de poder en las antiguas ciudades celtíberas, como pudo ser el caso de Bernuy. Romanización hubo, sin duda, en las inmediaciones de nuestro castro y en su heredero, San Miguel de Bernuy, donde al menos la estela funeraria de una mujer fue hallada cerca de lo que actualmente es la ermita de la Virgen del Río, pero Los Sampedros decayeron.